La novia gitana 4: Las madres

Sinopsis de Las madres de Carmen Mola

La inspectora Elena Blanco atraviesa el depósito de la Grúa Municipal Mediodía II de Madrid hasta llegar a una vieja furgoneta que expele un olor putrefacto. Dentro está el cadáver de un hombre con un burdo costurón que asciende del pubis al abdomen. Los primeros resultados de la autopsia aclaran que a este toxicómano le arrancaron algunos órganos y en su lugar colocaron un feto. Se abre así la investigación del nuevo y perturbador caso de la Brigada de Análisis de Casos. Mientras, la relación entre Elena y Zárate se hace cada vez más complicada.

Vuelve Elena Blanco

Una vez descubierto el gran misterio que envolvía a Carmen Mola tras recibir el Premio Planeta por La bestia, nos quedaba por descubrir cómo encontraríamos a nuestra inspectora Elena Blanco tras los acontecimientos vividos en La nena (tercera parte de la saga).

Desde luego, los sucesos de los cuales fuimos partícipes con el desenlace hacían esperar que nuestra protagonista no saldría indemne de aquel fatídico caso. Ambas, Elena y La nena, son como una porcelana rota. Por mucho que intentemos restaurarla, las grietas saldrán a la luz tarde o temprano.

La historia que comenzó con La novia gitana logra mantener el ritmo y el interés, algo que no sucede muy a menudo en este tipo de sagas. Las tramas siguen siendo tan sorprendentes como cargadas de adrenalia, y eso no siempre es fácil de conseguir.

Pero, lo más importante, los personajes van creciendo y evolucionando junto al lector. Al tiempo que aparecen nuevos protagonistas que mantienen el nivel muy alto y pondrán las cosas difíciles a los propios lectores a la hora de elegir a sus favoritos: Reyes o Manuela. Otros, ay, otros personajes nos abandonaron para nunca regresar, pero sus suplentes consiguen llenar nuestras anhelos.

Lo que enriquece las obras de esta saga es, precisamente, el tratamiento de los personajes. Ninguno resulta plano o anodino. Todos presentan puntos de vista interesantes, aristas complejas que se manifiestan por algunas decisiones complicadas tomadas desde la necesidad de las circunstancias extremas que plantean los autores.

La historia, como es habitual, resiste a la perfección los envites de la responsabilidad de una cuarta entrega. Giros inesperados, acontecimientos sorprendentes y la sensación de que en la novela Las madres no sobra ni falta nada. No hay diálogos superfluos ni acciones que no aporten nada. Todo tiene su sentido e interés, todas las piezas trabajan para conseguir un resultado solvente. La formación como guionistas de Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez se nota, ofreciendo un valor añadido respecto a otras sagas o novelas de este género.

Además, los autores detrás de Carmen Mola no se esconden a la hora de plantear situaciones complejas y debates controvertidos. Eso sí, lo harán sin formar parte de ellos, simplemente exponiendo unos hechos y unos conflictos morales en los que el lector tendrá que tomar parte.

El feminismo, una tónica constante en este conjunto de novelas, vuelve a estar muy presente. Cerrando los posibles comentarios de aquellos que criticaron a este grupo de hombres que, irónicamente, se escondía tras un pseudónimo femenino.

En Las madres, se pone sobre la mesa el tema, siempre complicado, de la maternidad subrrogada y la trata de blancas. Temas que se encuentran muy latentes en los discursos políticos y morales de la actualidad.

Por último, todo queda aderezado con una trama policíaca muy interesante, de esas que enganchan desde el inicio: la de la corrupción en las fuerzas del orden e incluso en las altas esferas, algo que por desgracia sigue constituyendo una de las grandes lacras de nuestra sociedad. Se introduce a un grupo policial —muy al estilo The Shield— que no tendrá miramientos en cruzar la línea entre el bien y el mal con demasiada frecuencia, olvidando los motivos que los llevaron a querer combatir el fuego con bidones de gasolina.

Carmen Mola propone, el lector tendrá que tomar partido y, posiblemente, tampoco salga indemne…

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