El largo adiós: Raymond Chandler
Título: El largo adiós
Autor: Raymond Chandler
Edición: Emecé
Año: 1953
Páginas: 320 páginas de pura novela negra
Calificación:
Sinopsis de El largo adiós
La novela se centra en la amistad que Philip Marlowe establece con un peculiar personaje, Terry Lennox, al que una madrugada ayuda a salir del país hacia México para descubrir a la mañana siguiente que es sospechoso de asesinar a su esposa y de que el propio Marlowe puede ser acusado de complicidad.
El suicidio de Lennox en Otatoclán y su carta de confesión, sumados a la influencia del padre de la asesinada, el millonario Harlan Potter (interesado en echar tierra sobre el escándalo), cierran el caso. A pesar de las presiones adversas de un gángster amigo del difunto, el detective sigue indagando. Dicha investigación se verá mezclada con otro caso para el que Marlowe es contratado: la localización de un escritor desaparecido, Roger Wade, al que andan buscando tanto su mujer Eileen como su editor, Howard Spencer.
Cuanto más indague, mayores serán las sombras que encuentre en el pasado de su amigo, Terry Lennox, del que descubre lo poco que en realidad conocía.
Desmontando a Philip Marlowe
Mi copa de bourbon yace vacía sobre la barra de un bar del que no recuerdo ni su nombre. La lectura de aquella novela me ha pasado más factura de la que pensaba en un principio. Un desfile de camareras pasa ante mí: me miran, me sonríen y me ignoran. Solo hacen su trabajo pero, yo, me empeño en fijarme en ellas, creo que las voy a enamorar con un solo vistazo. Lo cierto, es que echo de menos a algunos amigos, esos que emprendieron un viaje hacia otra parte: sus conversaciones, sus consejos, el mero hecho de prestarme compañía para ir al cine o algún bar. Nuestras vidas, entrecruzadas durante mucho tiempo, se han ido distanciando como la espuma del mar se aleja de la fina arena de las playas de California.
Lo he vuelto a hacer, otra vez me he enfrascado en una lectura cargada de melancolía y de recuerdos en blanco y negro. «No recuerdo cómo ha llegado este cigarro a la comisura de mis labios». Pero se trata de Marlowe, jamás habrá nadie como él. Un tipo duro, irónico hasta decir basta, capaz de llevarse un labio roto a casa para salvar a un buen amigo o a una dama en apuros. Incluso, si ese amigo, no ha sido todo lo sincero que debía ser, incluso si esa dama lo está utilizando.
¡Ay! ¡¿Quién fuera detective privado?! Largas esperas en el coche, el cenicero rebosante de cigarros con demasiadas historias que contar, algún amor furtivo. Poco dinero en los bolsillos, pero la seguridad de que estás haciendo aquello que te gusta. «Trabaja en un banco». «Estudia leyes o economía». ¿Por qué se meten en mi vida? Seguro que Marlowe los hubiera enviado al mismísimo carajo. Él, es un tipo seguro, decidido a hacer aquello que más le gusta, sin importarle la opinión de los demás. Siempre seguro de su escala de valores, aunque mucha gente no la entienda ni la comparta, o le obliguen a realizar las cosas de otro modo. No. Él no es así. La opinión de los demás le importa menos que nada.
Quizá ese amigo, Lennox. Él sí logró mostrar a un Marlowe vulnerable. Tan solitarios y melancólicos como yo. Aquí. Divisando el fondo del vaso a cada trago, pensando en tiempos pasados, en decisiones erróneas y caminos no tomados. Marlowe nunca pidió explicaciones a Lennox, no las necesitaba. Durante el tiempo que fueron amigos, un buen ginlet bastaba para iniciar una conversación sincera. Nada más. Nunca preguntó por sus cicatrices o por su pasado. «Enciendo otro cigarro». Nunca le aleccionó sobre el carácter volcánico de su mujer o de su suegro. Ninguno de los dos era perfecto, como no lo soy yo, aunque a veces me lo exija.
Escribiré una reseña de la novela. Auténtica novela negra. Una visión tan acertada de Los Ángeles que me dan ganas de dejarlo todo e irme a esa ciudad, que ahora, tan bien conozco. Quizás allí pueda encontrar la inspiración para comenzar mi nuevo libro. Quizá no sea buena, releer continuamente a los clásicos no me asegura un billete a la montaña rusa del éxito. Quizás no. Pero sí me reconforta. Me transporta a lugares mágicos y a épocas con las que solo puedo soñar. Me siento como Bogart en una película en blanco y negro. Quien sabe, quizás entre Rita Hayworth por la puerta…
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