Reseña de Una historia de España.
Arturo Pérez Reverte nos resume la historia de España en doce capítulos.
La historia puede tener miles de versiones, tantas como personas la cuenten. Pero si algo es irrefutablemente cierto, es que la historia es eso que nos precede. Pero también lo que acontece, pues aun no haya ocurrido, está por ocurrir; y con el tiempo se contará, como antaño contaron otros lo que sucediendo marcó nuestro presente, el que hoy nos encontramos pisando.
Y es que, como afirma el propio autor, —Sí perdemos nuestra memoria, perdemos España.
Arturo Pérez Reverte, que tras cuatro largos años, en su columna Patente de corso (XL semanal), nos fue contando a pinceladas esta historia de España desde que esta era Tierra de conejos, pasando por Roma y otros conquistadores hasta llegar a la transición, nos reúne ahora todas estas pericias y andanzas literarias en un solo tomo de 91 capítulos cortos que bien podría firmarlos cualquier trovador contemporáneo e incluso medieval. Porque la prosa histórica no está reñida con el entretenimiento, y con esta nueva historia no te aburres en ningún momento.
El cartagenero se ha valido de su astucia retórica para embelesarnos página tras página con una crónica universal de la Gran historia de España, con un formato subjetivo, satírico, mordaz y a ratos romántico. Es como si nos contarán un cuento para adultos que además invita a reflexionar sobre el respeto a nuestra memoria y sobre la idiosincrasia del español, dejando siempre ese poso beligerante que nos impulsa a estar siempre enfrentados, en disputa y con el hacha preparada.
Puede que Arturo no haya contado nada que no sepamos o podamos saber si miramos cualquier libro de historia, pero lo ha contado de un modo que jamás habíamos leído.
Los años y la patente de corso le han dado los suficientes artificios y galones como para marcarse esta retrospectiva mirada a nuestros orígenes, mezclando esa acidez y pulcritud que le caracteriza.
La lectura avanza a un ritmo enérgico y vigoroso, en ningún momento decae el ritmo narrativo; que sin ser novelesco ni ensayístico, podría tener una mezcla de los dos y sin embargo de ninguno.
Lo que no cabe duda es que se digiere con facilidad, con soltura y te deja una sensación grata de haber aprendido mucho sin necesitar demasiado esfuerzo para ello, mientras te ríes y te entretienes, como en esas tardes de invierno sentado en el regazo de una mesa de camilla mientras tu abuelo te cuenta o tu suegro (si te gusta escuchar al progenitor de tu pareja) te cuentan alguna de sus anécdotas de la juventud.
No es que esté llamando jubilado a Reverte, pero hace ya tiempo que tiene esa madre en su barrica que lo convierte en un maestro de nuestro tiempo, como cualquier abuelo que se precie.
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