Entrevista a Pablo Rodríguez, autor de Generación Póstuma
‘Nunca podremos hacernos cargo de nuestras propias vidas’.
Pablo Rodríguez González, además de milenial, es escritor, graduado en Historia y Periodismo por la Universidad de Sevilla. Autor de numerosas crónicas y reportajes periodísticos que han aparecido en medios de comunicación como la agencia EFE, el diario El Mundo o la publicación digital Xataka.
En 2016 fue finalista del XIX Premio Nacional de Periodismo Francisco Valdés por su reportaje Un club que hace historia; ese mismo año también fue finalista del Certamen de relato corto ‘Mairena Creativa’ por su relato Huida, recogido en esta obra.
Su cuento Buenos Aires distante, sobre las primeras semanas de la cuarentena por la pandemia de coronavirus en la capital de Argentina, fue radiado en el podcast internacional Studio Ochenta. Generación póstuma, del que hoy hablaremos largo y tendido, es su primer libro, el cual queda retratado con esta insinuante y contundente cita:
‘Generación póstuma es el testimonio de un tiempo que, sin haber concluido, ya parece remoto; de una generación que, aún joven, ya se siente acabada’.
Generación póstuma es la historia fragmentada, o, más bien, hecha añicos, de una juventud atrapada entre dos mundos: el que acaba de morir, sepultado por la crisis y la digitalización, y el que apenas echa a andar, gélido y despiadado. Un presente de frontera en el que los milenials tratan de construir sus vidas mientras hacen frente, al mismo tiempo, a sus dramas cotidianos y al desastre colectivo de Occidente.
1. Por aclarar el término, ¿Quiénes son los milenials?
La generación que empezó su vida adulta en un mundo destrozado por la crisis económica y la revolución digital. Estas personas, entre las que me incluyo, estuvieron preparándose durante toda su infancia y adolescencia para una realidad que, sencillamente, dejó de existir cuando tenían que empezar a introducirse en ella. Un auténtico mazazo cuando apenas abandonaban el nido.
Y, además, sobre estos jóvenes nacidos en los años ochenta y noventa han recaído las peores consecuencias de este desastre colectivo: precariedad, falta de oportunidades, ingresos bajos y emigración. Todo ello nos provoca un sentimiento de frustración y desesperación constante porque, por mucho que luchemos, no nos abandona la sensación de que nunca podremos hacernos cargo de nuestras propias vidas.
2. Toda revolución implica algún tipo de crisis existencial para aquellos que viven a caballo entre dos mundos adyacentes pero tremendamente distanciados, pero ¿Es quizá esta generación en la que centras tu obra, una generación perdida en su propio tiempo?
Exacto. Los milenials se encuentran entre un mundo que acaba de morir y otro que está naciendo y es arrollador. Y en esa realidad marcada por la precariedad y la novedad caótica se desarrollan mis relatos. En algunos, este contexto difícil y gris es sólo el escenario, pero en otros es casi un personaje más.
Aunque me gustaría señalar que yo no lo percibo sólo como una crisis existencial, es una crisis de crisis: crisis económica, crisis laboral, crisis de valores, crisis del humanismo, crisis del Estado del bienestar, crisis de las democracias… Han saltado tantas cosas por los aires, y nos han afectado tan profundamente, que no podemos hablar sólo de crisis existencial.
3. ¿Aquello de tiempos pasados siempre fueron mejores se cumple en esta novela o es solo una excusa de supervivencia para cada generación venidera?
No creo en esa afirmación y no es lo que quiero transmitir en la obra. Hay nostalgias, por supuesto, pero los personajes siempre extrañan a personas, no tiempos pasados. En estos relatos he querido narrar situaciones más o menos cotidianas a las que nos enfrentamos los milenials, cuáles son nuestros problemas, nuestros anhelos y nuestros fracasos.
Todo ello está marcado, por supuesto, por la dura realidad que nos ha tocado vivir, pero no es una mirada romántica al pasado, sino una confrontación con el presente. Mi única pretensión es contar nuestra historia, nuestra versión de los hechos, en el escenario en el que se desarrollan nuestras vidas.
4. A priori, parece destinada a un público concreto, pero, ¿Cómo has afrontado el tema y la narrativa para evitar que sea una novela segmentada, y que pueda llegar a un público multigeneracional?
Los relatos hablan de una generación concreta, pero creo que el público es amplio: todo aquel que quiera conocer la realidad desde nuestro punto de vista. Hemos oído hablar de los milenials hasta la saciedad, pero, ¿Quién ha contado desde dentro nuestras historias? Esta es una oportunidad para conocernos un poco mejor.
5. Generación póstuma no deja de ser un drama localizado, pero además, ejerce como espejo en el que mirar el mundo que nos rodea ¿Tiene esta obra implícito un sentimiento decadente, esperanzador o ambos?
Si tuviese que elegir el sentimiento que domina esta obra me decantaría por la melancolía, ese malestar vago a la altura del pecho con el que aprendemos a convivir. En estos relatos hay decadencia porque se ambientan en una época decadente y hay esperanza porque sus protagonistas, como los jóvenes que vivimos esta realidad de frontera, no se resignan y siguen luchando, aunque casi siempre acaben perdiendo.
6. Diez relatos componen este libro que expone temas tan complejos como el acoso escolar, la violencia de género, las relaciones tóxicas, las frustraciones económicas o la depresión. Temas sobre los que se necesita cierta experiencia y estudio para tratarlos sin caer en la frivolidad. ¿Qué trabajo previo a la redacción has seguido y de dónde proviene la inspiración para convertirlo en historia?
La mayoría de los relatos fueron inspirados por historias cercanas, algunas propias y otras de mi entorno. Por supuesto, todos son ficción, pero conozco acerca de lo que escribo, ya sea por vivencias personales, por experiencias de familiares y amigos o por temas que he tratado como periodista.
La inspiración es muy caprichosa, aparece cuando menos la esperas y si la buscas te rehúye.
Uno de los relatos se me ocurrió al escuchar una canción antigua, otro por una historia que alguien cercano me contó, un tercero por un recuerdo infantil. También los hay buscados, de los que sólo tienes lo que quieres contar pero no la forma en la que quieres hacerlo, es decir, la historia. Esos son los más complejos de escribir, porque hay que perseguir la inspiración hasta quedar exhausto, y muchas veces es en vano porque corre más que tú.
Y cuando tengo la historia que quiero contar, me documento sobre los elementos que voy a incluir y desconozco, que pueden ir desde los síntomas de una enfermedad hasta el periodo de floración de una planta. En este aspecto trato de ser riguroso, porque quiero que mis relatos sean verosímiles aunque sean ficticios.
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7. Haces un recorrido cronológico desde las primeras derrotas de la adolescencia hasta los terribles golpes de la vida adulta. ¿Un viaje de vida en el que perderse es más fácil que encontrarse?
Hay que perderse mil veces para encontrarse a uno mismo. Los extravíos son necesarios para crecer, como los errores y las derrotas. Mis personajes, como yo mismo o muchas de las personas que conozco, están desorientados, eligen caminos que creen correctos y unas veces aciertan y otras, las más, se equivocan. Y está bien, porque cuanto más se yerra, más se afina el tiro para la próxima vez. Lo importante es seguir luchando.
8. ¿Qué crees que se necesita para encontrar la felicidad en un ambiente tan oscuro y pendenciero como el de una sociedad occidental como la nuestra?
Dignidad. Un sueldo digno, una vivienda digna y unas condiciones de vida dignas, para poder así tener la oportunidad de hacernos cargo de nuestra propia existencia. También, por supuesto, seres queridos con los que compartir el día a día y sentirte arropado aunque fuera arrecie la tormenta. Y seguridad, seguridad física, salir a la calle sin preocupaciones y tener la certeza de que se va a volver a casa de una pieza.
En mis relatos trato la violencia de género porque es una realidad muy preocupante y dudo mucho que las mujeres puedan ser realmente felices en una sociedad en la que corren el peligro constante de ser agredidas y asesinadas.
Por mi condición de hombre nunca he percibido ese miedo a ser asaltado o agredido en España, pero he visitado países en los que la posibilidad de ser atacado por ladrones callejeros era constante, y es una sensación sumamente desagradable: no se puede pasear tranquilo, no se puede hacer deporte tranquilo, no se puede tomar una cerveza tranquilo.
Y eso sólo ante la posibilidad de que me atracasen, ¿Cómo se debe sentir alguien que está expuesta constantemente a la amenaza de sufrir una agresión sexual? Desde luego, dudo mucho que feliz.
9. Alguien dijo que perder es la única forma de seguir vivos. Hay que saber convivir con el fracaso por que es la situación que más se repite en nuestra vida. ¿Consideras esta reflexión una característica de tus personajes?
Sí, por supuesto. Las derrotas enseñan más que las victorias, nos fuerzan a cambiar, a mejorar, a hacer las cosas de una forma diferente, condiciones indispensables para progresar. Mis personajes luchan y muchos de ellos pierden, pero casi nunca enfoco las derrotas como algo definitivo, porque una derrota casi nunca es definitiva, hay que seguir peleando.
Aunque también es cierto que las personas se cansan de perder. Algo de eso hay en alguno de mis relatos, el sufrir tantas derrotas que ya te dan igual la lucha y los sueños, sólo quieres paz. Esto también lo percibo en la generación milenial, hemos perdido demasiado en muy poco tiempo, vivimos en una frustración constante, y eso agota.
Por eso muchos jóvenes, hartos de intentarlo, estudian unas oposiciones para encontrar la tranquilidad en un sueldo público con el que poder empezar a cimentar sus vidas, lejos de la inseguridad y la precariedad del sector privado.
10. Como periodista, estarás acostumbrado a analizar perfiles y a tratar con gente, estudiando de alguna forma sus conductas. ¿Ese mapa de personalidades y gentes que has ido absorbiendo en tu profesión se ha extrapolado a la hora de crear tus personajes?
Sí, algunos de mis personajes están inspirados o tienen rasgos de personas que he conocido al trabajar como periodista, tanto directamente como a través del trabajo de otros compañeros, porque los periodistas no sólo escribimos, también leemos mucho para estar al día de lo que sucede.
Pero he de reconocer que la mayoría de mis personajes tienen rasgos de personas cercanas o de mí mismo, porque muchos de ellos se enfrentan a una introspección profunda que me obliga a conocer bien las pulsiones psicológicas de las que los doto.
El periodismo me ha servido para construir a alguno de mis personajes más escabrosos, porque, afortunadamente, no me ha tocado lidiar con individuos así en mi vida privada. También me ha servido para tener una mirada analítica de las personas de mi entorno y hasta de mí mismo a la hora de reflejar rasgos de personalidad en los personajes:
¿Por qué esta persona hizo esto? ¿Qué la motivó? ¿Cuáles fueron sus razones? ¿Cómo llegó a esa resolución? El periodismo te dota de una capacidad para recabar y analizar información muy útil para escribir ficción.
11. ¿Qué se llevará o esperas se lleve el lector al terminar el libro?
El lector joven creo que se sentirá identificado con mis relatos y se llevará la impronta de que no está solo, de que esas cosas que siente y por las que a veces tiene la sensación de estar fuera de lugar no le pasan sólo a él.
Vivimos en una sociedad dominada por la apariencia, por la necesidad de mostrar siempre que todo va bien, en especial en redes sociales.
Estas historias son el contrapunto a todo eso, muestran que a veces las cosas no van bien y no pasa nada por estar triste, enfadado o tener miedo, es algo natural. Y el lector de generaciones anteriores a la nuestra tendrá la oportunidad de ponerse en nuestra piel y sentir nuestras motivaciones y nuestros pesares, conocernos desde un punto de vista al que nunca se había aproximado.
Y a todos ellos, a cualquier lector de cualquier edad, espero que estas historias les hagan reflexionar sobre el mundo en el que vivimos, lo cruel que puede ser a veces y lo que podemos aportar a la vida de los demás siendo un poco más empáticos.
12. Saliéndonos, o no, del libro, ¿Qué te hace reír y llorar cada día?
Nadie me hace reír como mis amigos, y nadie me hace sonreír como mi familia. Aparte de eso, consumo bastante contenido humorístico de cómicos como Berto Romero o David Broncano, y he descubierto recientemente a una cómica que me parece muy ingeniosa, Marta Martínez. A pesar de los temas sobre los que escribo, me río con facilidad, y estos humoristas siempre me arrancan una carcajada.
En cuanto a llorar, reconozco que no soy de lágrima fácil, aunque me emocionan muchísimas cosas. Lo último fue el testimonio del hermano de un hombre que había estado 50 días en la UCI luchando contra el coronavirus y, tras estar cerca de morir varias veces, lo había vencido.
Es horrible sentir que alguien se va ir en cualquier momento y tú no puedes hacer absolutamente nada para impedirlo, más que esperar. Después, en general, me emociona una buena película, una historia triste o una canción melancólica. Sabina, por ejemplo, siempre me llega al alma.
13. Aprovechando que has sacado el tema y que nos gusta acabar las entrevistas pidiendo al autor que nos mencione una película y una canción que evoque de alguna forma su libro. ¿Te animas?
«Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido».
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