Carlos Bassas: ‘mientras haya alguien que siga queriendo contar historias para alguien que siga queriendo escucharlas o leerlas, el arte se mantendrá vivo’.
Con motivo de las jornadas literarias de Cartagena Negra, El quinto libro pone en marcha el mes de agosto una sección de entrevistas a diversos autores que formarán parte del grandioso plantel de participantes en las mesas redondas y demás actos del programa. Queremos agradecer el gran interés y disposición que desde el primer minuto ha depositado en nosotros la organización de CTN con Antonio Parra y Francisco Marín como punta de lanza. Gracias a su confianza seremos uno de los blogs colaboradores del festival literario, participaremos en dos mesas redondas y haremos entrega del Premio anual de microrrelatos El quinto libro durante uno de los encuentros literarios de Mister Witt.
Hoy tenemos el placer de contar en la sección de entrevistas Cartagena Negra 2019 con el novelista, guionista y periodista Carlos Bassas.
El pasado es como nuestra sombra: por mucho que trates de huir de ella, siempre va pegada.
- ¿Es la novela negra un género que no caduca?
¿Caduca la literatura? Llevamos contando historias desde hace mucho tiempo, primero de forma oral, después escrita, hoy de forma audiovisual en su mayoría; historias de todo tipo, de todos los colores, y la novela negra no es otra cosa que una forma de contar historias. Es cierto que, como tal, tiene una fecha de nacimiento y, por tanto, puede llegar a tener una fecha de caducidad —de hecho, ha pasado por momentos de sequía inmisericorde—, pero mientras haya alguien que siga queriendo contar historias para alguien que siga queriendo escucharlas o leerlas, el arte se mantendrá vivo. Es necesario. Como, creo, lo son las novelas negras.
- ¿Vivimos hoy día tiempos de novela negra que favorecen al género?
Vivimos, en apariencia, buenos tiempos, pero no diría que para la novela negra en concreto, sino para el misterio en general —aunque no deja de ser consustancial al propio arte de contar historias, está en su mismo ADN— y, sobre todo, para el thriller. La novela negra tiene —de hecho, creo que ha sido así siempre— un público muy determinado, muy concreto y fiel, pero no muy numeroso. Lo que revienta las ventas puntualmente es, como te decía, el thriller, y, sobre todo, las incursiones en ese género de escritores no habituales en busca de caladeros menos esquilmados que los suyos, y de lectores tampoco habituales que quieren, de vez en cuando, cambiar de pareja por un breve lapso de tiempo. Pero cuando un lector medio de thriller se acerca a una novela negra más dura, difícil, oscura y sucia —lo que algunos definirían como ‘más canónica’—, suele salir espantado.
- ¿Qué crees que has aportado con tus obras al Noir actual?
Me daría por satisfecho con tan solo haber aportado una mirada propia y un estilo personal; que alguien pueda coger un libro mío sin tapas e identificar mi mirada, mi estilo, mi prosa, mi forma de contar, mi modo de ver el mundo, mis historias y temas recurrentes. Para bien o para mal, eso ya no lo puedo elegir. No son tantos los autores con un estilo propio muy marcado, con una voz narrativa distinta.
- Vemos como en los últimos años hay una notable reinvención del Noir. ¿Hasta dónde se pueden retirar los matices del género negro para que siga manteniendo sus señas de identidad?
Soy de los que piensa que el noir se define por una forma de mirar al mundo, a la sociedad, al ser humano y de contarlo, más que por una forma concreta de argumentar, que por determinados elementos muy propios de subgéneros como el procedimental o policial, el whodunit o el misterio, por ejemplo. Dureza, desesperanza, realismo social, suciedad, ciertas dosis de nihilismo, de sarcasmo, de incomodidad, de denuncia no panfletaria… De dolor.
Pero, al final del camino, todo se reduce a lo mismo, a algo tan simple y a la vez tan complicado como contar bien buenas historias.
- No solo la demanda, sino que la oferta de novela negra también ha crecido exponencialmente en los últimos años. Pero… ¿hay una década o décadas que consideras puede destacar en la historia del género?
Creo que esa supuesta demanda de novela negra no es real; tampoco lo es la oferta. Me refiero a novela negra stricto sensu. Pero, para responder a tu pregunta, diré que si hablamos del ámbito norteamericano, por ejemplo, nos referiremos al periodo de entreguerras y a los años 30, 40 y 50, principalmente, incluso alargaremos la cosa a los 60 e incluso los 70 (no puedo dejarme a Himes en el tintero). Si hablamos del ámbito español, pues nos referiremos a Mépora en los 40 —una isla—, a García Pavón en los 50 y 60 —otra isla— y ya saltaremos a finales de los 70 y principios de los 80 con González Ledesma, Madrid, Vázquez Montalban, Pérez Merinero, Ibáñez o Martín… Pero me temo que ese tipo de novela negra, tanto la norteamericana como la patria, no tendría cabida hoy en los catálogos de la mayoría de editoriales. Cada país tiene sus hitos, la mayoría muy parecidos en cuanto a fechas y evolución, pero si debo elegir dos mitos fundacionales, deberán ser Estados Unidos y Francia, con Gallimard y Marcel Duhamel.
- ¿Es imprescindible un buen crimen para construir un buen Noir?
No, pero ayuda. Ayuda mucho, porque el crimen es el resultado de haber llevado a alguien —un personaje— al límite, a la desesperación de haber arrancado otra vida como única solución a sus problemas. De modo que un buen par de muertos siempre vienen bien. Pero no son imprescindibles.
- ¿Es más importante el detective o el criminal en una historia negra?
Ninguno de los dos necesariamente. Solo necesitas construir buenos personajes, del tipo que sean: policías, asesinos, homicidas, camellos, narcos, un vecino, butroneros, quinquis… Es cierto que, a lo largo de la historia, el noir recurre a una serie de personajes canónicos, pero no depende de ellos para ser considerado así; de hecho, algunas de las más grandes novelas y films noir están protagonizados por, por ejemplo, un agente de seguros —la novela corta de Cain, a su vez, estaba basada en un crimen real cuyos perpetradores fueron una ama de casa y un vendedor de corsés— o por un empleado de gasolinera. Sin embargo, un buen asesinato nos ayuda a que el lector identifique el género en el que clasificar una novela.
- ¿Crees que hoy día el cine y las series están más influenciados por la literatura o es al revés?
Literatura y cine siempre se han influenciado mutuamente. Desde los inicios. Al principio fue el cine el que recurrió a determinadas historias para darse caché, teatro y novela; después fue la literatura la que se valió del cine, y así ha ido siendo desde finales del XIX. No debemos olvidar tampoco a la publicidad y al cómic. Y lo han hecho de un modo más íntimo de lo que pudiera parecer, a todos los niveles: narrativo, de estilo, argumental, de construcción de argumentos, estructural… Hasta el punto de que hoy podemos hablar de películas leídas al acercarnos a muchos libros, de que hay escritores que buscan precisamente eso. Y si además consiguen así una adaptación, mejor que mejor. Aunque no son conscientes que de esos libros siempre acaban saliendo malas películas.
El mejor tipo de texto literario para ser adaptado al cine es el relato corto o la novela corta. El noir está lleno de ejemplos al respecto.
- Eres guionista, novelista y periodista. ¿Dónde puedes ser más negro a la hora de escribir?
En la novela, sin lugar a dudas. Aunque a veces, en la radio, en directo, se me va la mano…
- ¿Crees que vivimos en un mundo ‘Justo?
No. Vivimos en un mundo regido —nuestra parte aseada del plantea, esa arcadia feliz construida sobre barro y sujeta por alfileres— por la Ley. Y la Ley no es necesariamente justa —aunque ese sea, en apariencia, su objetivo último—; la Ley es, simplemente, legal. Los códigos (penal, civil, mercantil…) que rigen nuestro día a día emanan del poder político, y este plasma en ellos su ideología, su moral, su ética, su forma de entender el orden y cómo deben ser y comportarse los ciudadanos a su cargo para ser hombres y mujeres de bien. En cierto sentido, han venido a sustituir a la propia literatura plasmada en los primeros códigos fundacionales de civilizaciones antiguas (las diferentes cosmogonías sumerias, babilónicas, egipcias, griegas, la Biblia, el Corán… La propia Epopeya de Gigamesh no es otra cosa que un relato destinado a establecer códigos de comportamiento) en los que, mediante historias [literatura, no lo olvidemos] interpretadas por sacerdotes y chamanes, el poder religioso y político —a veces separados, generalmente unidos— nos decían cómo debíamos pensar, comportarnos y vivir. Con el tiempo, eso se fue revistiendo de cierta (supuesta) racionalidad, pero, en el fondo, los políticos siguen haciendo lo mismo que aquellos antiguos chamanes y sacerdotes: decirnos cómo debemos conducirnos si queremos ser catalogados de buenos ciudadanos, y castigar a quien se sale de la norma.
- El oscuro regreso del pasado es una de las claves de tu novela Justo, la cual ha sido finalista del Premio de Novela Cartagena Negra 2019 ¿Por qué la novela negra tiende a recoger los retazos del pasado para construir a los personajes principales?
Porque somos todas las decisiones que hemos tomado y cosas que nos han acontecido a lo largo de nuestra vida, y todos arrastramos nuestro pasado —más si este ha sido jodido— adonde quiera que vayamos. Es una maleta de la que jamás podremos desprendernos. El pasado es como nuestra sombra: por mucho que corras, que trates de huir de ella, siempre va pegada. Solo desaparece en la más absoluta de las oscuridades.
- Has sido director de Pamplona Negra entre 2015 y 2018. ¿Cómo valoras tu paso por la dirección de dicho festival?
Con orgullo y satisfacción —parezco un Borbón…— por haber creado un festival que, tras cinco años, se ha asentado como un referente en el circuito de festivales del estado. Pamplona llegó en un momento muy determinado, justo antes del llamado ‘boom festivalero’, y ofreció algo un poco diferente; esa fue la clave de su éxito de público, creo: la combinación de literatura y sentido del espectáculo que nos hace tan característicos. Pero siempre desde el rigor más absoluto, tanto en la selección de autores que acuden, como de los profesionales que nos visitan.
- Hay una pregunta que queremos haceros a todos y aunque a priori puede parecer poco negra, nosotros realmente creemos que encierra la parte más oscura de cada uno de nosotros. ¿Qué te hace reír y que te hace llorar cada día?
Suelo reírme bastante, y procuro cumplir una norma sagrada que me he impuesto: reírme cada noche en la cama con algo antes de apagar la luz, da igual la chorrada que sea; si me voy al otro barrio, que los último haya sido una carcajada —el sexo es otra opción, en absoluto incompatible con la risa—. En cuanto a llorar, en el último año ha sido por la muerte de mi padre.
Encuesta rápida de El quinto libro
Un color: negro.
Una comida: arroz.
Una película: Chaplin o Ford.
Una canción: Soy un inconstante: cada día es una distinta.
Un lugar: aquí, ahora. Aunque también me gusta allá y entonces.
Un libro: Matar a un ruiseñor, Las uvas de la ira, 1.280 almas. Mañana serán otras.
¿Un chiste?: uno malo, seguro; esos son los mejores.
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