Reseña de Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas
Título: Ya no quedan junglas adonde regresar
Autor: Carlos Augusto Casas
Editorial: M.A.R. Editor
Año: 2017
Páginas: 196
Género: Novela negra
Calificación:
Sobre Carlos Augusto Casas
Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971) es escritor y periodista. Se ha labrado una interesante carrera profesional en grandes medios como Diario 16, Agencia EFE, TVE, Telecinco, Antena 3 y Cuatro. Además de su vertiente periodística, Carlos Augusto dirige la colección de novela negra “Estrella Negra” de la editorial Cuadernos del Laberinto. Ya no quedan junglas adonde regresar es su niña bonita literaria, novela que ha cosechado (y sigue cosechando) numerosos premios como el prestigio VI Premio Wilkie Collins de Novela Negra, el Premio Ciudad de Santa Cruz 2018 (Tenerife Noir) o el Premio Novepoll 2018, por citar solo algunos.
Reseña de Ya no quedan junglas adonde regresar de Carlos Augusto Casas
El Gentleman es un viejo que ya no espera nada de la vida porque ésta ya no tiene nada que ofrecerle. El anciano pasa sus anodinos días en la pegajosa barra de un bar aguardando al jueves, a que llegue el único momento de la semana en el que puede ser alguien, otra persona, ese instante en el que puede sentir lo que significa estar vivo gracias a una joven prostituta llamada Olga. Cuando la chica aparezca brutalmente asesinada, ese hálito de vida que aún conserva el Gentleman estará destinado a la consecución de la única cosa que ya le pide el cuerpo: la venganza.
Carlos Augusto Casas me ha pegado un puñetazo (literario, no os asustéis) en la boca del estómago, uno de esos duros y secos que te dejan sin aire durante un rato. Me ha arrastrado por el asqueroso suelo del bar más cutre de Madrid y encima se ha reído en toda mi cara. Ahora, si eso, vienes a por más. Esa es la sensación que te deja Ya no quedan junglas adonde regresar, un alucinante (y duro como él solo) viaje al submundo del submundo, allí donde ya no parece posible caer más bajo, el lugar donde la gente sin esperanzas ni sueños, sin metas ni ganas de vivir, existe porque no tienen más remedio que hacerlo, porque, por lo que sea, estamos diseñados para seguir respirando.
Esta es una novela negra (negrísima) que podría recibir muchos calificativos: castiza, rompedora, profunda, excesiva… que a pesar de tratar el manido tema del mundo de la prostitución y los barrios bajos, se las apaña para dar una visión diferente, dignificando a unos personajes que viven al borde de la nada más absoluta y dando la vuelta a muchos de los topicazos del género. Mala baba hay y mucha, pero si por algo te gana esta historia es por la sinceridad que trasmiten unos personajes rotos y desprotegidos, de esos que viven al límite, que no conocen otra cosa que el fracaso más absoluto.
Ya no hay junglas adonde regresar es tan crepuscular como Sin perdón, la obra maestra de Clint Eastwood a la que en cierto modo me recuerda. No solo por lo evidente -una puta muerta y un viejo dispuesto a darle venganza- sino porque ambas tratan el delicado tema de la vejez y las expectativas de la vida, las cumplidas y las que ya no van a estar ahí; un estudio de la soledad, de la amargura de ver que llega el fin de tus días y no has hecho nada en la vida que merezca la pena recordar. Nada por lo que serás recordado. La novela se mueve entre frases lapidarias y personajes desagradables, encontrando un fino equilibrio a través de una sensibilidad que, aunque parezca difícil, va aflorando en los momentos más insospechados.
La novela es dura y cruda como ella sola, proporcionando ciertos momentos que califico de “violencia incómoda”, de esa que tienes que dejar de leer durante unos segundos porque te convulsiona las entrañas. Es como si la acción tuviese lugar en una dimensión paralela a la nuestra, totalmente reconocible y detallada, pero en el que el elemento salvaje campa a sus anchas, poseyéndolo todo y a todos.
Una violencia extrema que te salpica y acerca la novela al hard-boiled o el pulp, unos diálogos tan ingeniosos (aquí creo que se lleva la palma el subinspector Puertas) como deslenguados y un vacío que acompaña e impulsa a los memorables personajes son algunos de los puntales de una novela directa y sin contemplaciones. Una obra escrita a bocajarro y que se lee de un tiro, pero que no es apta para todos los paladares.
Para terminar no me resisto a compartir una frase que resume en buena parte la novela (y, por qué no decirlo, la misma existencia): “A la vida le encantan los hijos de puta”.
Ya no quedan junglas adonde regresar en la web de M.A.R. Editor
Alicia Ramírez Gómez
«A la vida le encantan los hijos de Puta»… Con esa frase como resumen hay que leerlo sí o sí, que la vida está llena de ell@s…
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Alfonso Gutiérrez Caro
Muy cierto. La novela tiene un alto grado de hijoputismo 🙂
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