Crítica «Que me jodan” de Fernando Vaquero
Título: Que me jodan
Autor: Fernando Vaquero
Editorial: Malbec Ediciones
Año: 2018
Páginas: 296 páginas de vida perra
Género: novela contemporánea
Calificación:
Sinopsis de Que me jodan
Darío lo ha perdido todo. Se ha perdido a sí mismo, su lugar en el mundo. Su pasado le persigue asfixiándole y la culpa le ciega. En su propia búsqueda o en su asumida derrota existencial, únicamente encuentra una vía: la autodestrucción.
En este personal, extraño y crudo mundo tropieza con Inda, un anciano vagabundo y alcohólico cuya vida quedó marcada por la desaparición de la que fue el gran amor de su vida.
Cuando Darío está a un centímetro de dejarse caer al vacío, convertido en animal sociópata, un acontecimiento imprevisto le obliga a reflexionar y tomar la decisión de su vida. La lealtad hacia su colega le llevará a atravesar un camino de redención para facilitar el encuentro del viejo con su antiguo amor.
Descendiendo a los infiernos
La opera prima literaria de Fernando Vaquero cayó en mis manos como uno de los primeros encargos que he recibido como bloguero literario, formando parte de este equipazo que es el «El quinto libro». Acepté gustoso, sin saber qué me iba a encontrar, pero con ganas de desmarcarme un poco de las novelas negras que siempre acaban asomándose a mi mesita de noche.
Tras unas primeras páginas cargadas de violencia y lenguaje soez, me fui dejando llevar por este viaje que emprende Darío, lo que nadie me dijo es que el viaje no sería más que un descenso a los infiernos, como una especie de Dante del siglo XXI en busca de redención.
Poco a poco fui desentrañando las diversas capas del personaje principal, protagonista absoluto, hasta que fui empatizando más y más con él, comprendiéndolo, descubriendo su particular escala de valores y pregúntandome con cierta prudencia, si quizá no me unen más cosas de las que en un principio podría imaginar, quizás no somos tan diferentes él y yo, quizás me pasa lo mismo que a él.
Derechazo directo al corazón
La prosa cruda y directa de esta novela, permite eliminar cualquier tipo de subterfugio superfluo o innecesario, y te precipita a una historia, que pensándolo bien, es emotiva y entrañabale, un derechazo directo al corazón.
Eso sí, que el estilo sea rudo en ocasiones, o muy directo, no implica que no sea uno de los puentes fuertes de esta novela. Desde luego dice mucho del talento de Fernando Vaquero a la hora de desnudar las entrañas de su personaje (quién sabe si de él mismo). «Que me jodan» está escrita en una desgarradora primera persona y con un toque muy original, llena de pensamientos, blasfemias, pero también de elementos muy originales que para mí, siempre son de agradecer. El que guste de estucturas clásicas y estilo académico se sorprenderá con un estilo original y diferente, y si los puristas no lo encuentran interesante, pues… sí, maldita sea, que les jodan.
Pocas veces una novela consigue arrancarme desde la soledad de mi habitación, una sonrisa, una carcajada o un llanto, pero algunos pasajes de «Que me jodan» me han transportado a todas estas emociones a la vez, incluso me he sorprendido a mi mismo con unos ojos vidriosos al leer ciertos pasajes, la novela te toca, de eso no cabe ninguna duda.Porque «Que me jodan» es todo eso y mucho más. Es una amalgama de sentimientos, algunos de ellos tan crudos como primarios. Una escala de colores que van desde el negro más absoluto al naranja (o al color más alegre que cada uno tenga en su imaginario).
Me he retorcido al leer algunos pasajes explícitos en los que ese oscuro pasajero que acompaña a Darío sale a escena, me he reído con algunas anécdotas que le pasan a sus protagonistas, y me he emocionado cuando Vaquero, se remanga y se mete en faena para contarnos una preciosa historia de amor.
Que no te confundan las rayas de cocaína, el alcohol o las prostitutas que alquilan amor en cualquier esquina, este libro es una historia de segundas oportunidades, de los trenes que pasan solo una vez en la vida, o quizás dos. Una novela cargada de silencios, de esas palabras que no terminan de escapar de nuestra boca por miedo a obtener una respuesta. Una novela que sirve como faro de almas, y que más de uno debería leer para saber cómo debe enfrentarse a las situaciones cotidianas de la vida.
Cuando la vida te golpea: respira, recupera la postura, un último aliento y reúne todas las fuerzas para volver a levantarte de la lona. Eso es lo que me ha transmitido «Que me jodan» un canto a la vida, a exprimir cada día como si fuera el último, a saber escuchar, a aprender a hablar con tus seres queridos. A aprender a amar. «Elige una vida» que decía Mark Renton en la generacional «Traisnpotting».
Hay luz al final del tunel, parece querer gritar Fernando Vaquero en cada página. Y lo comprobamos con un viaje inicático muy particular, un viaje que no tiene como destino ningún lugar recondito del planeta, sino Sevilla. Los viajes iniciáticos los podemos emprender cada uno de nosotros, y el billete es más barato de lo que pensamos.
Está claro que la fuerza de esta novela, reside en la fuerza de sus personajes. Persponajes muy complejos, llenos de taras y defectos, de virtudes y bondades, un claro-oscuro constante como sucede con la gente real. Me gustaría preguntarle al autor cúanto de él mismo tiene su Darío (apodado Mago por una caterva de sin techo que le rinden pleitesía). Yo desde que vi la foto de la contraporada, me he imaginado a este protagonista con el rostro de Vaquero, y por una extraña razón los he mimetizado.
Aprovecho para felicitar a Javier Salinas (editor de Malbec Ediciones) por arriesgarse con una novela así, sobre todo en un momento en el que el mundo editorial no está para asumir muchas probaturas. Lo que está claro es que se pueden contar historias diferentes, de forma diferente. Huyendo de tópicos y enfoques planos. Quizá solo por eso, son los «magos» los que pueden hacer magia.
Lo mejor: su estilo diferente y la fuerza de sus personajes
Lo peor: el viraje final hacia un happy ending
Puedes leer en este mismo blog, la entrevista que Víctor Mirete le hizo al autor en este enlace: Entrevista a Fernando Vaquero