Crítica de Nunca es tarde

6 marzo, 2018 Víctor M. Mirete Ramallo

Doble reseña de Nunca es tarde de Jerónimo Tristante

Título: Nunca es tarde

Autor: Jerónimo Tristante

Editorial: Algaida

Año: 2017

Páginas: 414

Género: Thriller

Calificación: 

Nuestra puntuación

Sobre Jerónimo Tristante

Jerónimo Salmerón Tristante nació en Murcia en 1969. Estudió Biología en la Universidad de Murcia y tras desempeñar diversos trabajos, actualmente es profesor de Biología y Geología de educación secundaria, concretamente en el IES Vicente Medina de Archena. Tras la publicación del libro de poemas Amanece en verde,​ publica en 2001 su primera novela, Crónica de Jufré, 1960 y la afamada serie de novelas del detective Víctor Ros.  Ha sido traducido al italiano, al francés y al polaco. Puedes leer más sobre el autor en este enlace: Jerónimo Tristante.

Sinopsis de Nunca es Tarde

‘Nunca es tarde’ es una novela negra, ambientada en el pirineo aragonés, donde la misteriosa desaparición de unas jóvenes parece repetir la investigación sobre unos crímenes que sucedieron en 1973. Un entorno paradisiaco también puede ser el escenario de un crimen horrendo.

Dicho lo cual, por cosas del azar, dos integrantes de El quinto libro (Cristóbal Terrer y Víctor M. Mirete) han coincidido en el tiempo con la lectura de la misma novela, y por ello no quedaba más remedio que reseñarla a dos voces. Así pues, disfruten de dos puntos de vista y saquen sus propias conclusiones acerca de la novela ganadora del Premio Ateneo de Sevilla 2017, ‘Nunca es tarde‘.

Crítica de Víctor M. Mirete

Entretener a cualquier lector no es tarea sencilla. Jerónimo Tristante habitualmente lo consigue con una literatura apta para todos los públicos. Una literatura y estilo que puede llegar a emocionar a ávidos y no tan ávidos lectores. Con ‘Nunca es tarde’, el autor murciano, amen de reinventarse a sí mismo y a su literatura (saliendo de las novelas ambientadas en época con protagonistas masculinos) vuelve a dar en la tecla del entretenimiento, de la emoción, y de la intriga; porque además, el bueno de Jerónimo sabe jugar a las mil maravillas con los patrones que exige un thriller y con esa fluctuación que debe tener el climax a lo largo de una historia, que se postula sencilla y compleja a la vez en este caso. Además, es capaz de volcar su pasión por las series a través de un clima escénico sinuoso, neblinoso e inquietante al más puro estilo Wayward Pynes o The Leftovers.

Para mi, esta obra es un trepidante thriller rural lleno de costumbrismo, misticismo y pequeños tintes de realismo mágico mezclados con un latente estilo holmesiano (como no podía ser de otro modo) así como cierto aire a la novela negra escandinava. Y,  hábilmente, el autor juega con todos esos factores para mantenerte en una constante tensión e inquietud.

Ahora bien, ¿cómo sacas adelante un thriller cuasi policíaco, sin policía o detectives? ¿Difícil, no? Pues creando a Isabel y convirtiéndola en una improvisada detective como vía de escape de su drama matrimonial y familiar. Es ella quien conduce la trama, quien da paso a un soberano y excelentemente construido reparto coral de personajes que desfilan de forma ágil y estudiada desde el índice hasta los créditos.

La novela comienza con un claro suceso misterioso que poco a poco va sacando a la luz otra serie de crímenes acaecidos cuarenta años atrás. De ese modo, la investigación comienza a desenvolverse como un rompecabezas en la improvisada detective. Una meticulosa sucesión de encuentros y desencuentros, azarosos o no, que le conducen de llena al esclarecimiento de unos crímenes alejados en el tiempo (1973 y 2014) y que tienen demasiados nexos en común. A priori no es un guión original en la literatura, pero tampoco importa demasiado si el autor consigue llevarte a su terreno.

Para ello, Tristante sabe utilizar de forma magistral la estructura de oraciones, párrafos y capítulos para llevarte en volandas hacia el escenario y situación que él quiere, y crearte así una atmósfera opresiva, acelerada y angustiosa absolutamente creíble, reconocible y visual; y lo consigue sin divagaciones y sin palabrería innecesaria. Va al grano de todo sin perder la esencia de nada, y con ello percibes cada paso, cada rincón y cada sentimiento de cada uno de los personajes y de ese pequeño pueblerino ficticio del Pirineo aragonés en dónde Jerónimo Tristante ha sabido crear una viva imagen de la sociedad, las gentes, las rutinas, los secretos, corruptelas y las voces de ese lugar que sirve de decorado para el crimen que se destapa. De nuevo, podemos ver como un escenario se puede convertir en un personaje más, que habla, que desgrana la trama y que crea un ambiente sensorial que transgreden el papel.

No obstante, a mi parecer, subyace otro factor. La reivindcación de una mujer a la que el peso de la vida y del matrimonio le ha aplastado. No ahondaré en detalles porque es bonito conocer a este personaje poco a poco tal cual lo presenta el autor. Además, la trama se alimenta de un halo de corrupción política y empresarial que convierte la historia en algo muy actual y reconocible.

Apuntar varias cosas referentes al estilo que utiliza el autor. Me parece un soberano acierto que sea siempre fiel a sí mismo y que al leerlo, casi lo escuches hablar. El autor murciano hace un genial uso de una literatura fresca, natural, directa y dinámica. Y es así tanto en la parte narrada como en los diálogos. Cuando los personajes hablan, las páginas vuelan y realmente crees formar parte de esa conversación. Y en un thriller se agradece mucho que parte del ‘pastel’ se descubra en boca de los personajes y no solo en la parte narrada. Eso, bien gestionado, logra hacer partícipe de forma interactiva al lector.

Apuntar también que toda la trama se desarrolla en presente, en primera persona y con una sucesión de capítulos cortos que aportan una fácil y absorbente lectura. Todos y cada uno de los capítulos son casi minihistorias en dónde las elipsis, los cliffhanger y el cambio de escenas está muy logrado.

Pero sin duda, los puntos fuertes de esta novela son, a mi parecer: Isabel, la protagonista, por su entidad y por su evolución dentro de la historia; así como algunos capítulos como el de ‘Juanes’ o ‘Una cabaña’, que son memorables y esclarecedores.

Como punto negativo: la aparición de ciertas repeticiones de situaciones y pensamientos, así como el posible predecible final.

Con todo, tenemos una más que recomendable novela, y para todos. No tiene un segmento de población. Bueno sí, todos aquellos que quieran disfrutar y evadirse del mundanal ruido diario para sumergirse en una historia inquietante a cualquier hora del día; porque nunca es tarde para leer.

Crítica de Cristóbal Terrer

Hacía tiempo que no me enganchaba tanto a una novela, y esta premisa ya sugiere por dónde van a ir los derroteros de esta crítica. Tengo que decir que es la primera novela que leo de Jerónimo Tristante, y la experiencia ha sido más que satisfactoria.

Pero claro, una portada con reminiscencias a mi amada Twin Peaks era un atractivo demasiado fuerte como para dejarla escapar. Si además consigo charlar un rato con el autor y que me firme el ejemplar haciendo un guiño seriéfilo, entonces la decisión estaba clara.

La novela negra goza de buena salud en nuestro país gracias a autores como Jerónimo Tristante, que se empeñan en actualizar un género que durante unas décadas, estuvo denostado. Las novelas que vinieron del frío a través del nordic noir ha hecho mucho bien, pues comenzó a desarrollar novelas más profundas que indagaban en la psique y coyuntura emocional de sus personajes.

Por suerte, ahora estamos en otros tiempos, y la novela negra es el género más versátil de todos, el que permite al autor hablar de otras muchas cosas, a saber, la sociedad de un momento, la situación política o económica, o simplemente profundizar en los personajes y en las motivaciones que rodean a la escena de un crimen. Como decía Benjamin Black tras recuperar a Marlowe en «La rubia de los ojos negros» : «Algún día escribiré una novela negra en la que ho haya ningún asesinato».

Si en su aclamada saga del detective Víctor Ros, Tristante nos regala un personaje holmesiano en la convulsa época de finales del siglo XIX, en la novela Nunca es tarde, nos ofrece un domestic noir en el que el protagonismo absoluto recae sobre una mujer que ha visto como el tren de las oportunidades ha pasado demasiadas veces por su desvencijada estación.

Ella es la protagonista absoluta de una novela trepidante, que engancha desde las primeras líneas, con un cliffhanger inicial en el que una misteriosa niña que recuerda a una joven asesinada hace cuarenta años, aparece en mitad de un pequeño pueblo de montaña, desencadenando varios acontecimientos que precipitan al lector hacia una novela redonda y muy entretenida.

Una historia de segundas oportunidades, de personajes anclados al pasado, que luchan por prosperar en un pequeño pueblo dejado de la mano de Dios, que se convierte en un testigo silencioso de la brutalidad de unos crímenes cometidos hace décadas y silenciados por el miedo y los ecos de una dictadura, cuyas heridas todavía no han cicatrizado en nuestro país.

El Valle bien podría tratarse del pueblo de Twin Peaks, paradigma de la América más profunda y de la belleza de lo cotidiano, también podríamos estar ante los pueblos que por sus caracerísticas orográficas, aislan a personajes como en la serie francesa Les Revenants o la alemana Dark. En Europa, y más concretamente en España, también tenemos lugares reconditos en los que nunca pasa nada, salvo el caer de los minutos que se convierten en días, pueblos en los que nada es lo que parece, pueblos que cuchichean a las espaldas de sus habitantes y que guardan sus historias y secretos como el que esconde un mueble desvencijado en el sótano.

De hecho, la novela tiene algún que otro guiño a los amantes de la propia Twin Peaks, como esa tarta de cereza que se sirve en la cafetería. Sólo en un pueblo como El Valle puede haber un Starbucks, paradigma de modernidad y capitalismo, como sólo en Twin Peaks puede haber una mujer que vive abrazada a un leño, o un médico histiónico y hippie.

También encontramos guiños al propio Víctor Ros, alter ego de Tristante, ese personaje emblemático al que tanto debe. Y por supuesto a su amada Murcia.

Acompañar a la protagonista Isabel Amat a resolver dos misterios paralelos es toda una delicia, como lo es ir descubriendo poco a poco las calles y personajes del pueblo de El Valle. A todos nos encantaría vivir una aventura como la que ella decide emprender. Hacer descansar una investigación policial sobre una ama de casa es todo un acierto, algo que no suele verse, y por ello enseguida empatizamos con esta protagonista. Además a los que nos gusta la literatura e intentamos juntar algunas letras, nos gustará mucho el misterioso personaje de Enar, un nórdico escritor de novela negra venido a menos que además posee un extraño don de clarividencia.

En definitiva,una novela para amantes del thriller, de las novelas negras enfocadas de forma diferente. Una trama muy bien elaborada, unos escenarios perfectamente desarrollados y personajes muy interesantes, que quizá concluyen hacia un final que puede ser imaginado, pero que sorprende con giros argumentales a cada capítulo, con un epílogo final que me ha encantado.

Como le ocurre a Isabel, en este libro tenemos novela negra y dosis de ficción sin salir de casa. Nunca es tarde, es un canto a la vida, una apología a desarrollar aquello que nos gusta, a salir de nuesta zona de confort, a tomar decisiones arriesgadas. Nunca es tarde para decir basta, nunca es tarde para encontrar de nuevo el amor, nunca es tarde para aferrarte de nuevo a la vida, nunca es tarde para resolver un crimen que se hallaba enterrado demasiados años. Nunca es tarde…

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Víctor M. Mirete Ramallo

Escritor murciano nacido en 1982, Autor de la “Saga de Ficción Histórica de Frédéric Poison” y cuyo lema es: «La vida no consiste en vivir de ilusiones, sino en vivir ilusionado.

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