Mes de los clásicos
Reseña de Las penas del joven Werther
Sobre el autor
Johann Wolfgang von Goethe (Frankfurt 1749 – Weimar 1832) fue escritor, científico, filósofo y político. Con 16 años se trasladó a Leipzig para estudiar en la universidad, donde escribió sus primeros poemas. Aficionado también al arte, dibujó a lo largo de su vida, además de interesarse activamente por todos los campos del saber, desde la política hasta la biología o la historia.
Una pasión frustrada inspiró su primera novela, Los sufrimientos del joven Werther, obra que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba naciendo en Alemania, el Romanticismo. En Weimar Goethe comenzó la composición de algunas de sus obras más famosas, como el drama en prosa Ifigenia en Tauris (1787) y los dramas de carácter Egmont y Fausto. Conoció a Friedrich Schiller, a quien le unió una gran amistad, y que lo animó a completar Fausto, que finalmente se publicó en 1808. Al final de su vida apareció su autobiografía, Poesía y verdad, en varias entregas entre 1811 y 1833.
Sinopsis de la obra
Las penas del joven Werther se presenta como una colección de cartas escritas por Werther, un joven artista de temperamento sensible y enamorado, que envía a su amigo Guillermo. En estas cartas, Werther revela datos íntimos de su estancia en el pueblo ficticio de Wahlheim, donde queda encantado por las tradiciones simples de los campesinos. En un baile conoce y se enamora de Carlota (Charlotte), una hermosa joven que cuida de sus siete hermanos menores después de la muerte de su madre. Ella ya está comprometida con Albert. Werther cultiva una amistad íntima con Albert y Carlota a pesar de la pena que esta relación le produce…
Reseña
Estamos ante una de las obras cumbre del Romanticimo, ante un texto filosófico y poético, apasionado y lúcido. Las cartas que conforman esta novela epistolar contienen las reflexiones del protagonista, por encima de la trama del relato. Werther filosofa sobre la vida y la muerte, el amor, la lealtad y el sentido de la vida. Aunque pueda parecernos un personaje de otro tiempo, marcado por la angustia y el exceso, no hace más que ponernos delante la verdad de los sentimientos humanos. “¡Si yo pudiera expresar todo lo que siento!”, se lamenta Werther. ¿Quién no ha pensado eso alguna vez? Somos Werther cuando nos extasiamos ante la naturaleza, cuando pasamos de la alegría la melancolía con o sin motivo, cuando nos resistimos a recordar el dolor antiguo, cuando rechazamos una vida o un trabajo que no nos llenan, cuando nos expresamos a través del arte, de la escritura, de la música, de la pintura. Y, sobre todo, cuando nos enamoramos y creemos que la persona amada es perfecta: “La más amble de las criaturas.” Todos hemos sido Werther alguna vez.
Goethe parte de su propio sufrimiento juvenil. En Wetzlar, en un baile, conoció a la joven Charlotte Buff y a su prometido, Johann Christian Kestner, un hombre mayor. Goethe se enamoró instantáneamente de Charlotte.
Galanteó con la joven y la relación entre ambos entró en un ciclo de amistad y rechazo. Ella fue honesta con Goethe y le dijo que no había esperanza de una aventura. El 10 de septiembre, Goethe se fue sin despedirse.
Los paralelismos entre este incidente y la novela son evidentes. Charlotte Buff, se llama como el personaje, era la hija de un oficial y tenía muchos hermanos. Goethe y Werther celebran su cumpleaños el 28 de agosto y ambos abandonaron a sus amadas el 10 de septiembre. La novela también cuenta con varios eventos paralelos o similares en la vida del amigo de Goethe, Jerusalem. Al igual que Werther, Jerusalem se suicidó. Goethe fue informado de que el motivo de este acto era el amor no correspondido que Jerusalem sentía hacia la mujer de otro hombre. También se suicidó con pistolas prestadas.
Las penas del joven Werther fue el primer gran triunfo de Goethe, que lo transformó de un desconocido a un autor célebre en muy poco tiempo. La novela dio origen a un fenómeno llamado Werther-Fieber (Fiebre de Werther). Los hombres jóvenes en Europa vestían la ropa que Werther usaba en la novela y algunos acabaron suicidándose a imitación del protagonista. Este fenómeno pasó a ser conocido en la psicología como el efecto Werther.
En sus traducciones, la obra tuvo diversos títulos en español: Las cuitas de Werther, Las pasiones del joven Werther, Las amarguras de Werther, Las penas del joven Werther, Las desventuras del joven Werther.
La obra es la quintaesencia del Romanticismo y su protagonista el prototipo del hombre romántico. La Naturaleza tiene un papel fundamental en la obra, Werther se fija en cada planta, en cada árbol, ama el contacto con el campo y, lo más interesante, sus sentimientos van en paralelo a los fenómenos meteorológicos y las estaciones del año. Sus altibajos emocionales se reflejan en el clima. Es primavera cuando conoce a Carlota, cuando se enamora, cuando su alma está henchida de amor y su alegría es extrema. Justo cuando ella le revela que está prometida suena un trueno y comienza una tormenta.
Cuando la desesperación empieza a invadirlo, ya es otoño: “Siento el otoño dentro de mí. Mi hojas amarillean y las de los árboles vecinos se han caído ya.” “Disfruto subiendo una montaña escarpada, abriéndome paso entre un bosque espeso, por entre las breñas que me hieren y los zarzales que me despedazan”. Ya no es el esplendor del verano ni la gracia floreciente de la primavera. “Mi imaginación y mi sensibilidad no se conmueven ante la naturaleza y los libros me causan aburrimiento. Cuando el hombre no se encuentra a sí, no halla nada”.
La insatisfacción se apodera de Werther y llega el invierno: “En esta cabaña, en la soledad, en esta cárcel, mientras que la nieve y el granizo golpean mi ventana, ha sido tuyo mi primer pensamiento.”
Y, al final, justo antes del suicidio del protagonista, la naturaleza se desata: “Sobrevino de repente el deshielo y supe que el río había salido de madre, que todos los arroyos de Wahlheim corrían desbordados y que la inundación era completa en el valle. Me dirigí a él cuando llegaba la medianoche y presencié un espectáculo aterrador. Desde la cima de una roca, con la claridad de la Luna, vi revolverse los torrentes por los campos, por las praderas y entre los vallados, devorando y sumergiendo todo; vi desvanecerse el valle; vi en su lugar un mar rugiente y espumoso, azotado por el soplo de los huracanes. Las olas rodaban estrepitosas… se estrellaban a mis pies con gran fuerza. Un extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí. Me hallaba con los brazos estirados hacia el abismo, acariciando la idea de lanzarme a él”.
El amor apasionado y desesperado no es, ni mucho menos, el único rasgo romántico de la obra. Hay conciencia social, pero dentro de unos límites, Werther se acerca al pueblo pero reconoce que “no somos iguales ni podemos serlo”. Cree en la inocencia infantil, en la felicidad del desconocimiento. Se resiste a ser un esclavo del trabajo, y huye de las apariencias: “¡Qué pobres hombres son los que entregan su alma a los cumplimientos y cuya única ambición es ocupar la silla más visible de la mesa!” Werther también busca la libertad y alude al sentimiento patriótico.
El texto está plagado de interrogaciones y exclamaciones que interpelan, no solo al receptor de las cartas que escribe el personaje, sino al propio lector. “¿Puedes decir “esto existe” cuando todo pasa, cuando todo se precipita con la rapidez del rayo, sin conservar casi nunca sus fuerza, y se ve, ¡ay!, encadenado, tragado por el torrente y despedazado contra las rocas?”
Solo la muerte aparece como solución al terrible conflicto: “¡Siento tantas cosas… y mi pasión por ella devora todo! ¡Tantas cosas! Es necesario que uno de los tres muera y deseo ser yo”.
La fiebre de Werther causó preocupación a las autoridades. Un autor, Friedrich Nicolai, decidió escribir un final feliz para la novela que llamó Las alegrías del joven Werther. Goethe encontró esta versión desagradable y empezó una enemistad literaria con Nicolai que duró toda la vida. ¿A quién se le ocurre desvirtuar al personaje más esencialmente romántico de la historia de la Literatura?
Hay que ver mucho más allá del desenlace, hay que mirar el mundo con los ojos de Werther, meditar con él, y acercarnos a su filosofía de vida para comprenderlo. Solo entonces podremos disfrutar de uno de los textos más hermosos que se han escrito. Y no olvidemos que son cartas, la mejor manera de reflexionar sobre nosotros mismos aunque la tecnología nos haya hecho olvidarlo.
“Me es suficiente ver sus ojos negros para ser feliz.”
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