La evolución de la imprenta, o no…
De la imprenta a los libros gratis, así podría titularse este artículo, no exento de ambigüedad y controversia, ya que nos pagan por hacerlo de forma lícita, pero a la vez estamos algo en contra del fondo que promueve. Esto es la vida, a veces hay que hacer cosas que no gustan del todo, como ir a la cena de nochebuena en casa de nuestros suegros, pero es por una buena causa, o no. Hay que hacerlo.
Dicho lo cual: La historia de la humanidad está marcada por grandes hitos y por grandes invenciones.
El fuego, la rueda, la escritura, la electricidad, Internet, el Var…
Si tenemos que quedarnos con uno, sin duda sería la escritura. Raro sería que un Blog de literatura optase por hablar de la electricidad o la rueda, aunque todo puede pasar (cosas peores hemos reseñado).
Y si de escritura como invención hablamos, no podemos sino ahondar en la aparición de la imprenta y lo que supuso para este noble arte de juntar letras.
Ya los romanos en el 400 a. C tuvieron determinados artilugios que hacían las veces de forma de impresión. Siglos más tarde los chinos idearon un sistema de tipos móviles (proto-tipografía), pero es por todos aceptado que el precursors de la imprenta y sus extensión global es Johannes Gutenberg en 1450 en la antigua Europa. Sin embargo, a título de curiosidad, muchos otros nombres se han disputado la patente ya que su nombre nunca apareció en ningún impreso. Algo similar pasa con los hijos de Julio Iglesias, pero por otros temas.
Una texto de una edición que data del año 1502 en Maguncia, Alemania, impreso por Peter Schöffer, sucesor de la imprenta que inicialmente fue creada por Gutenberg, dice:
‘Este libro ha sido impreso en Maguncia, ciudad donde el arte admirable de la tipografía fue inventado en 1450 por el ingenioso Johannes Gutenberg y luego perfeccionado a costa y por obra de Johann Fust y de Peter Schöffe, entre otros…’
Sea como fuere, el invento existía y supuso un antes y un después en la escritura y la literatura. Las lentas e inexactas copias de manuscritos realizadas por monjes, frailes y monos (es broma esto último, creo) dieron paso a las numerosas, rápidas e idénticas tiradas de textos, libros y demás impresos. Una especie de globalización masiva tuvo lugar con la implantación de la imprenta.
En 1449, Johannes Gutenberg ya había impreso el primer libro, el llamado Misal de Constanza, en la imprenta de Maguncia, Alemania. La Biblia de Gutenberg no fue únicamente el segundo libro impreso, sino que, además, fue el más perfecto. Su imagen no difiere en absoluto de un manuscrito.
En sucesivos siglos y hasta nuestros días las técnicas se fueron ampliando, los materiales mejorando y los procesos perfeccionando hasta llegar ese futuro en donde inexorablemente otros inventos han provocado que la imprenta tenga que competir por seguir viva. La era virtual ha relegado el papel a casi un segundo plano.
Sin embargo, somos de los que creemos que todo lo que no esté escrito en un papel no pasará a la eternidad. No forma parte de lo terrenal y lo tangible, y por tanto, no existe.
Algo que para bien o para mal existe son los libros gratis. No los de autoayuda que le regalamos a nuestro cuñado por navidad, sino aquellos que circulan por el vasto universo de internet y que pueden conseguirse sin esfuerzo y sin dinero. A mi los huevos no me los regalan, ni la leche, ni el pan. Por eso, no entiendo que los libros, deban obtenerse de forma gratuita con tanta facilidad.
Pensemos que detrás de un libro hay mucho trabajo, de muchas personas, no solo el escritor. La imprenta, el editor, el transportista, el librero e incluso el que fabrica el papel o el que luego lo recicla. Todo productor forma parte de una industria, pero esa misma industria ha visto cómo el mundo cibernético ha traído consigo no solo la globalización de la cultura y el poder llegar a rincones donde antes era imposible, sino una forma de cercenar en parte el propio arte y su forma de comercio.
Y, llegados a este punto, qué es lo que pretendíamos sugerir con este artículo… Pues no se sabe muy bien, pero como dijo Ian Malcom en Parque Jurásico: «La vida siempre se abre camino».