Monfragüe, de Javier Morales

Sinopsis de Monfragüe

Un escritor y periodista de viajes regresa al Parque Nacional de Monfragüe, en Cáceres, para escribir; aunque lo hace, sobre todo, para intentar cerrar una herida. Cuando era niño viajó a Monfragüe en una excursión escolar. Allí conoció el amor, pero también los reveses de la vida. Los recuerdos de la infancia en Verania (Plasencia) con los amigos, la familia y en contacto con la naturaleza, se combinan con la experiencia presente.

Sobre el autor

Javier Morales es escritor, periodista y profesor de escritura en varios centros y universidades. Es autor de ensayos, novelas y libros de relatos. Los últimos títulos publicados son Las letras del bosque, La moneda de Carver y El día que dejé de comer animales. Colaborador habitual en distintos medios, tiene una columna dominical en El Asombrario/Público dedicada a los libros, los
animales y la ecología.

Javier Morales

Reseña de Monfragüe

Las citas al comienzo de la novela ya nos adelantan la profundidad de los temas que aborda: la vergüenza, el pasado, el remordimiento, los muertos que conviven en nuestro recuerdo. Javier Morales ya nos tiene acostumbrados a tratar asuntos trascendentes con la delicadeza del orfebre. Los relatos que componen La moneda de Carver (Reino de Cordelia), por ejemplo, ahondan en los sentimientos y explicitan algunos de sus amores literarios, integrándolos en una experiencia vital, transmitiéndonos su convencimiento de que la literatura no nos aparta de la vida, sino que es una consecuencia de la misma. Su trabajo ecologista, que ha quedado demostrado en sus ensayos El día que dejé de comer animales y Las letras del bosque (ambos publicados en Sílex Ediciones) está muy presente también en esta novela.

La novela está planteada en dos tiempos narrativos, uno en 1982 y el otro en 2018. Monfragüe alterna ambos viajes, el de la niñez (en un barrio humilde de una pequeña ciudad), y el de la edad adulta. Un escritor regresa a su pueblo natal, Verania, con el deseo de escribir sobre el buitre leonado y la biodiversidad del Parque Nacional de Monfragüe, pero ese regreso supondrá mucho más.

La novela, escrita en un tono intimista y a veces poético, aborda temas como la amistad, la presión del grupo, la pérdida de la inocencia o el poder curativo de la escritura. Monfragüe nos invita a un diálogo entre los vivos y los muertos y nos alerta sobre lo que supone perder nuestro vínculo con la naturaleza.

Es un regreso a la infancia, a la naturaleza que marcó los primeros años, a los amigos del colegio, a la dureza de la vida en un lugar donde hay poco. Recuerda a los padres, humildes, severos, incultos a su pesar. Padres que ya no están: “se fueron arrugando con los años hasta volverse una raíz y regresar a la tierra”.

Es fácil identificarse con el autor: las dudas de la adolescencia, el primer amor, el cine como refugio y la distancia que marcamos con el pasado; cuando, en realidad, está tan cerca que aún forma parte de nosotros. Incluso es posible que también arrastremos una culpa, como el propio narrador: ese amigo al que tratamos mal cuando nos ofrecía todo. Marcos era el amigo fiel, víctima de un acoso escolar, en el que participa el propio narrador. Esa culpa abrirá una herida que solo podrá cicatrizar la escritura, capaz de revivir a los muertos. La escritura le permite, incluso, dialogar con quienes ya no están, algo que solo es posible en la ficción: “escribir es lamer nuestras heridas”. Regresar al lugar donde sucedió todo ayuda a la catarsis.

Está el cine y también están las lecturas, las alusiones a obras y autores contemporáneos es habitual en la narrativa de Morales. Aquí nombra los libros que elige para su viaje y habla de Coetzee, Camus, Capote, Kafka o Beckett.

Morales combina su pasión por el medioambiente con una historia con tintes de misterio y de relato autobiográfico, y donde la escritura aparece como paliativo contra la vergüenza y la rabia de la infancia.

El adulto añora “esos días azules y ese sol de la infancia” que escribiera Machado, porque la infancia es la verdadera patria y solo se comprende cuando uno es adulto y valora lo perdido. Por mucho que nos alejemos de la tierra, del origen, siempre volveremos a él. La obra es una invitación a reflexionar sobre nuestro pasado, sobre lo que fuimos y lo que somos, sobre la pérdida y la justicia imposibles.

El autor nos dosifica la información, al principio no entendemos qué ocurrió, pero sabemos que fue allí donde se rompió algo importante en la vida del narrador. A medida que avancemos en la lectura iremos descubriendo más. La violencia colectiva que nos arrastra a actuaciones indeseadas está en el fondo de muchos de nuestros actos, esa es la terrible conclusión.

Morales es un excelente narrador que ha escrito un libro tierno, comprometido, lúcido, intimista, que no dejará indiferente al lector.

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